jueves, 15 de noviembre de 2007

"¿Quién te va a querer más que yo?" dijo Bernat Soria

Los técnicos, Los técnicos, Los técnicos, Los técnicos, Los técnicos, Los técnicos, Los técnicos, Los técnicos, Los técnicos, Los técnicos, Los técnicos, Los técnicos, Los técnicos, Los técnicos....

Tecnico/a, el/la: 3. m. y f. Persona que posee los conocimientos especiales de una ciencia o arte.
(DRAE, 20 Edición)


La alternativa son éstos de las fotos y sus criterios de planificación de MI salud. Lo siento, no me inspiran ninguna confianza.





Querido anónimo: (Ver su comentario, muy recomendable). Las autonomías dedican cifras que varían desde alrededor de 900 euros hasta los 1.300 euros por cabeza, cifras de 2004 del Ministerio de Sanidad. La descentralización ha servido para crear una burocracia y una casta política, supongo que en todas las autonomías ha sido igual, que según quien mande suben y bajan en el organigrama pero nunca se apean. Hasta donde conozco, lo que tengo cerca, no son los más listos de su barrio aunque sí lo sean para mantenerse en el incierto galopar de esta España que se rompe, como dice Ud., que yo no se si se rompe pero es cada día un poco más desigual, un poco más zafia y un poco más insolidaria.

Le doy la razón en lo de que meterse a criticar la justicia y la educación es una tonteria. Cada palo que aguante su vela y éso que lo critiquen los maestros, los abogados y los jueces.

Pero en lo que se refiere a la medicina, amigo, ésto es un desastre. Le pido disculpas por contestar tarde y escaso. La falta de tiempo pero le prometo que haremos un pequeño serial para debatir el asunto si Ud, quiere. Lo del carrefour, podemos hablarlo, en los USA los medicamentos se venden en el super, creo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Disculpe que siga con lo mío señor Docwall, pero debo insistir en que las prestaciones públicas son un asunto esencialmente político en el sentido más estricto (afectan y son sufragadas por los ciudadanos, la polis) y en que la voz de los técnicos no es necesariamente la más autorizada, (podría parafrasearse aquí la famosa frase de Clemenceau acerca de que la guerra es demasiado importante para dejarla en manos de los generales); máxime en este caso en que un experto en medicina no tiene por qué serlo en gestión sanitaria.

Concretamente, la cuestión de centralización o no de la prestación es únicamente política: se trata de guerras entre gangs por el control de unos recursos que pueden garantizar la fidelidad de los votantes o, como bien dice, usted el progreso económico de los miembros de la familia y sus asociados.

Y, sobretodo, es una cuestión política porque, más allá de enfrentamientos partidarios, la sanidad pública es un instrumento de control social, como la justicia/policía y la educación (no es casualidad que las citen juntas), sólo que más poderoso y subrepticio y, para mi sensibilidad, el más despreciable e irritante.

Le recomiendo la lectura de la constitución de la OMS donde ,ya en 1946, se define la salud como el “estado de completo bienestar físico, mental y social”.

Es decir, la insatisfacción, la discrepancia, la heterodoxia ya no son ideológicas, existenciales o filosóficas sino patológicas. El ciudadano pasa a ser paciente y, por tanto, susceptible de tratamiento, perdiéndose en el camino, o debilitándose en gran medida, la idea de libertad como fundamento del hecho de ser humano. Es decir, preparando el camino para un Brave new world. En mi opinión, éste y no otro (el hecho de que la concepción actual de salud es un instrumento de poder) es el auténtico motivo por el cual hay tantas instancias interesadas en participar en su control.

Dirá usted que exagero, pero me permito sugerirle que considere cuántas veces ha oído referirse como actos de enfermos, al abuso de drogas, el maltrato doméstico, el asesinato, la angustia vital, el palo que da volver de vacaciones, etc. Igualmente, observará que hay tratamiento para todo, hasta el punto que podría definirse una detalladísima forma canónica de existencia, lo que es incompatible con la concepción de libertad como facultad de ser uno mismo.

También me permito alertarle de la trampa semántica en la que cae al plantear que los políticos se ocupan de “su” salud, en lugar de, por ejemplo, garantizarle la asistencia sanitaria. Es la siguiente y natural vuelta de tuerca: una vez que se ha sustituido la libertad y la búsqueda de la felicidad por la salud como ideal, se asume que corresponde al Estado proporcionárnosla.

En definitiva, si normalmente hay que desconfiar del estado y su aparato (los colegios profesionales lo son), en este caso la prevención debería llevar a considerar espuria la motivación de cualquier cosa que digan o hagan.