domingo, 10 de febrero de 2008

"Oficio de vivir"


En realidad, la verdadera cuestión no es la eutanasia sino el suicidio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hombre, señor docwall, yo así lo creo; como también que da igual cuáles son las verdaderas cuestiones porque la inmensa mayoría nunca seremos capaces de formulárnoslas seriamente.

En efecto, está dicho de mil maneras que la vida verdadera, plena, la conciencia del ser, etc requiere del desapego, de la eliminación de la ilusión del yo; que hay que querer morirse para poder renacer.

Y sin embargo, parece que sólo tomamos conciencia de que todo es vanidad, frenesí, sombra y ficción cuando la vida se manifiesta implacable e inmisericorde en nuestras carnes pecadoras o en las de quienes son objeto de nuestras pasiones. Y, entonces a ver quién es el guapo que puede soportar la evidencia de la fragilidad, de lo anecdótico, de la absurdidad de lo que creemos que somos y sentimos sin volverse loco (más en estos tiempos que en lugar de agoge tenemos educación para la ciudadanía).

Especialmente cuando le vemos las orejas al lobo del dolor, la vejez, la enfermedad o la miseria. Paradójicamente, entonces nos planteamos el suicidio para no dejar de ser lo que imaginamos que somos, para aferrarnos a lo que forzosamente era pasajero; de ahí lo de la muerte digna y demás.

Queremos morir en perfecto estado de salud, con la conciencia tranquila, genio y figura hasta la sepultura, y sobretodo sin quedar reducidos a un guiñapo balbuceante, a un despojo putrefacto y maloliente pero ¿no es eso también una forma de vanidad, de cobardía? (Por supuesto, líbreme el dios de los católicos de tirar la primera piedra). No por casualidad el suicidio es un motivo de condenación eterna y sólo resulta admisible en caso de mártires y héroes (es decir para los que ya han asesinado a su yo), si es que han existido alguna vez, y siempre para que se cumpla lo que ha de ser.

En definitiva, visto así, se trataría efectivamente del suicidio y no de la eutanasia autoaplicada.

P.S: Espero que sepa usted disculparme el sermón, del que soy consciente que trata cuestiones que me vienen muy grandes, pero lo de los inmigrantes y las elecciones me interesa tan poco que no me he podido resistir.